DF Conexión a China | El fantasma de la sobrecapacidad china
Felipe Barrientos F. Abogado chileno en Beijing, China
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Felipe Barrientos F.
La visita reciente de Janet Yellen a China estuvo marcada por la amenaza de “sobrecapacidad” en industrias verdes, como autos eléctricos, paneles solares y turbinas eólicas. En esto hay objetivos contrapuestos: Occidente lucha por mantener a flote su sector industrial y dar señales políticas en un año electoral, mientras que China busca impulsar su industria ante un deprimido escenario interno.
Si bien la dependencia en exportaciones es un problema estructural para la economía china, las advertencias de Yellen cayeron sobre oídos sordos. Los medios locales percibieron su visita como una señal de debilidad. En el ambiente geopolítico actual, es difícil pensar en gestos de buena fe de la contraparte. No olvidemos que EEUU ha instalado la idea del “desacople” e impuesto restricciones a la venta de tecnología a China.
“En lugar de competir, Occidente ha optado por acusar a China de subsidiar a sus empresas, por imponer aranceles a sus productos y, paradójicamente, por subsidiar a sus propias empresas. Esto supone una vuelta al proteccionismo y el abandono de la globalización y libre mercado”.
Al mismo tiempo, existe una profunda sensación de que la “sobreproducción” es percibida por Occidente no como una amenaza contra el mundo, sino que contra su propia dominancia. Siendo los costos de los productos verdes un cuello de botella para la transición verde, menores precios son en beneficio de todos. Así, la sensación que dejó la visita de Yellen es que la descarbonización del planeta venía con letra chica: transición verde, pero con productos occidentales.
En lugar de competir, Occidente ha optado por acusar a China de subsidiar a sus empresas, por imponer aranceles a sus productos y, paradójicamente, por subsidiar a sus propias empresas. Esto supone una vuelta al proteccionismo y el abandono de la globalización y libre mercado. Precisamente la receta del éxito de las empresas chinas no han sido los subsidios, sino la dura competencia en su mercado interno. En China, especialmente en industrias nuevas, la competencia por la supervivencia es cruda y solamente las mejores empresas sobreviven. La competencia es tal que incluso Tesla, que produce más del 50% de sus autos en Shanghai, inició una guerra de precios para mantenerse y sacar del mercado a rivales en China. Así, los aranceles serían una medida parche más que una solución real al problema de falta de competitividad de Occidente.
Las empresas chinas ya anticipan que sus productos verdes no serán bienvenidos en EEUU y Europa. Como respuesta, se volcarán a abrir nuevos mercados en el Sur Global, incluido Latinoamérica. Es en mercados emergentes donde podrán competir en igualdad de condiciones. Para endulzar el trato, las empresas chinas están dispuestas a abrir fábricas para producir localmente, especialmente en países cercanos a Occidente, sumándose a la ola del “nearshoring”. Si bien México sería el potencial gran receptor de inversión china bajo este concepto en la región, Trump seguramente tomará medidas contra productos chinos hechos en México.
Chile podría posicionarse como una plaza alternativa, especialmente por nuestra extensa red de TLC. Ya hemos visto atisbos con los anuncios de fábricas de BYD, Tsingshan y Sinovac. Sin embargo, para realmente aprovechar esta oportunidad, es necesario articular una política clara para atraer inversión en manufactura, ser mucho más asertivo en la búsqueda de inversión china, y mostrar un sincero interés en mantenerse neutral en la disputa entre China y Occidente.
Sólo dando estas señales de forma inequívoca, sin ceder ante presiones externas, es que Chile podrá recién pensar en posicionarse como puerta de entrada para empresas chinas en Latinoamérica.